Cuarto día da novena
Benditas cadenas
San Pablo se alegraba de estar cautivo por Jesucristo, y como si esto fuera un timbre y blasón de gloria dase frecuentemente en sus Epístolas a sí mismo este nombre: “Vinctus Christi” –yo, el Encadenado de Cristo-. Los mismos sentimiento de gozo y santo orgullo animaría sin duda a San Adrián, al verse prisionero, cautivo y encarcelado y cargado de cadenas por su fe. Había perdido la libertad de ciudadano del Imperio, pero habíase granjeado la libertad de ciudadano del reino de Cristo. Y esta es la libertad verdadera que comunica el Espíritu de Dios a aquellos en cuya alma tiene su morada. Bien así como la esclavitud verdadera es la de aquellos que viven alejados de Dios: la esclavitud del pecado, la esclavitud de las pasiones, la esclavitud de la moda indecente, la esclavitud del respeto humano, la esclavitud del error, de la ignorancia religiosa. La más hermosa y sublime de todas las libertades, la que nadie ni nada puede arrebatar al Cristiano es la de poder confesar a Cristo y dar la sangre por El.
Por eso S. Adrián bendeciría sus cadenas y diría como S. Pablo: “Yo soy el Prisionero, el encadenado por Cristo”. Y ser prisionero de Cristo es reinar.
Oración para este día
Glorioso San Adrián, que fuiste amarrado con cadenas y aherrojado en oscura cárcel por tu libertad de confesar a Jesucristo: Concédenos que sepamos romper las cadenas del pecado que son las únicas que nos hacen verdaderos esclavos y que jamás no avergoncemos de confesar a Jesucristo para que El también nos confiese delante del Padre celestial.