Sexto día da novena

 

Dolorosa prueba

Iba a llegar el momento supremo de la separación de Adrián y su esposa. El prisionero de Cristo obtiene licencia para ir a su casa y disponer sus cosas para la hora de la partida definitiva. El martirio, la muerte. Llega a su casa con el alma saturada de dulces emociones: va a entrar de nuevo, siquiera por unos breves instantes, en su hogar querido, despedirse de su esposa y volver después serenamente a morir. Pero allí le aguardaba una dolorosísima prueba.

Cuando esperaba encontrar a su esposa con los brazos abiertos para recibirle con efusiones de la mayor ternura, ve que la puerta se cierra y que su mujer se desata en reprensiones, injurias y denuestos contra él. Grande, terrible dolor para Adrián verse de esta manera abrumado de injurias por su propia esposa a quien tanto amaba y ahora más que nunca por haberse hecho cristiano. Pero él sufre con paciencia estas injurias y no acierta a explicarse este cambio tan brusco en una mujer tan buena y tan santa como la suya. De pronto, como un rayo, caen sobre él de labios de su esposa estas terribles palabras: ¡Apóstata! ¡Renegado! ¡Cobarde! Y entonces comprendió la justa indignación de su esposa. Ella al verle venir de la cárcel creyó que había renegado de su fe, que la había traicionado cobardemente, y como sabía que esto era la mayor afrenta para un cristiano, por eso se negaba a recibirle en su casa. Pero cuando por fin oye la explicación de su esposo que no sólo no ha renunciado a su fe sino que dentro de breves horas volverá a la cárcel para consumar su sacrificio, la esposa comprende el tremendo dolor  que sin razón ha hecho sufrir a su esposo, y arrepentida, le pide perdón, llora, le abraza, y la alegría y la paz brillan de nuevo en el cristiano hogar.

Oración para este día

Pacientísimo San Adrián, que soportaste con admirable paciencia las duras reprensiones que por una falsa suposición te dirigía tu santa esposa: Concede la paz a las familias y que los esposos cristianos sepan sobrellevarse mutuamente para que sobre los hogares cristianos los ángeles puedan cantar como sobre el hogar de Belén: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”.